La experiencia cambia la estructura del cerebro.
Una de las sorpresas de la neurociencia es el descubrimiento de que el cerebro en realidad es “dúctil” o moldeable. Esto significa que el cerebro cambia físicamente a lo largo de toda nuestra vida, y no sólo en la infancia.
En este mismo momento el cerebro de nuestros hijos se está configurando y reconfigurando y las experiencias que les proporcionemos incidirán enormemente a la hora de determinar la estructura de su cerebro.
Es decir, todo lo que nos sucede- la música que oímos, las personas a las que queremos, los libros que leemos, la clase de disciplina que recibimos, las emociones que sentimos- tienen una gran influencia en el desarrollo de nuestro cerebro.
Los padres que hablan con sus hijos de sus sentimientos tienen hijos que desarrollan la inteligencia emocional y pueden entender mejor los sentimientos propios y ajenos.
Alguien que está mental y emocionalmente sano se muestra más flexible, adaptable y estable.
Un cerebro integrado da lugar a una mejor toma de decisiones,un mayor control del cuerpo y de las emociones, una comprensión de uno mismo más plena, unas relaciones más sólidas y un buen rendimiento escolar.
Tu cerebro izquierdo desea y disfruta con el orden. Es lógico, literal, lingüístico y lineal.
El cerebro derecho es holístico y no verbal, y envía y recibe señales que nos permiten comunicarnos, como las expresiones faciales, el contacto visual, el tono de voz, las posturas y los gestos. Las “sensaciones viscerales” y “ los sentimientos del corazón” nos vienen del cerebro derecho.
Desde el punto de vista del desarrollo, en los niños muy pequeños predomina el cerebro derecho, sobre todo durante los primeros tres años.
Para llevar una vida equilibrada, valiosa y creativa, llena de relaciones personales bien conectadas, es crucial que nuestros dos hemisferios actúen conjuntamente.
Al ayudar a nuestros hijos a conectar el lado izquierdo y el derecho, les damos una mayor posibilidad de evitar las orillas del caos y la rigidez, y de vivir en la corriente flexible de la salud mental y la felicidad.
Los niños necesitan, sobre todo cuando experimentan emociones fuertes, es que alguien les ayude a usar su cerebro izquierdo para dar sentido a lo que está sucediendo, para poner orden y dar un nombre a esos sentimientos intensos y terroríficos del cerebro derecho, lo que les permite abordarlos de una manera eficaz.
Expresar la emoción reduce la actividad del circuito emocional en el hemisferio derecho.
La memoria autobiográfica se almacena en el lado derecho del cerebro.
Emplear el cerebro izquierdo ayuda a que el cerebro derecho no intervenga más de la cuenta. Haciendo intervenir la lógica, poniendo los acontecimientos en orden y asignando palabras a sus sentimientos.
Una de las aptitudes más importantes que podemos enseñar a nuestros hijos es a tomar decisiones correctas en situaciones de emociones intensas. Queremos que se detengan un momento antes de actuar, que se planteen las consecuencias, que timen en consideración los sentimientos de los demás, que emitan juicios éticos y morales.
Ahora vamos a ver el cerebro de arriba abajo. La planta baja incluye el tronco cerebral y el sistema límbico. Estas zonas inferiores son más primitivas porque se ocupan de las funciones básicas (como la respiración y el parpadeo), reacciones innatas e impulsos (como la lucha y la huida) y de las emociones fuertes (como la ira y el miedo).
El cerebro superior se compone de la corteza cerebral y sus distintas partes, destacando las situadas justo detrás de la frente, incluido lo que se llama la corteza prefrontal media. Aquí es donde tienen lugar los procesos mentales más intrincados, como el pensamiento, la imaginación y la planificación. Mientras que el cerebro inferior es más primitivo, el superior es muy complejo, es responsable de:
Tomar decisiones
Controlar las emociones y el cuerpo
Entenderse a sí mismo
Sentir empatía
Tener sentido de la ética.
Cuando el cerebro superior funciona bien, el niño puede regular sus emociones, plantearse las consecuencias, pensar antes de actuar y tener en cuenta los sentimientos de los demás.
El cerebro de una persona funciona mejor cuando la parte inferior y la parte superior están integradas.
La superior puede supervisar las acciones de la inferior y contribuir a aplacar las reacciones extremas, los impulsos y las emociones situadas allí. Pero la integración vertical también actúa en dirección contraria, pues el cerebro inferior y el cuerpo ( los cimientos de la casa) realizan importantes contribuciones de “abajo arriba”. Al fin y al cabo, no queremos que se tomen decisiones importantes en el cerebro superior sin la aportación de las emociones, los instintos y el cuerpo. Por el contrario, debemos tener en cuenta nuestros sentimientos emocionales y físicos -originados en el cerebro inferior- antes de usar el superior para decidir un plan de acción.
La integración permite un flujo libre entre las partes inferior y superior del cerebro. Contribuye a que las distintas partes del cerebro puedan coordinarse y trabajar juntas como un todo.
El cerebro inferior está plenamente desarrollado ya al nacer, el superior no alcanza la madurez completa hasta bien pasados los veinte años.
El cerebro superior se construye a marchas forzadas durante los primeros años de vida, y luego, en la adolescencia, pasa por una amplia remodelación que dura hasta la edad adulta.
La amígdala forma parte del sistema límbico, situado en el cerebro inferior. La función de la amígdala es procesar y expresar rápidamente las emociones, sobre todo la ira y el miedo. Esta parte del cerebro permanece siempre alerta a posibles amenazas, en el momento en que intuye peligro, puede asumir el control por completo, o adueñarse, de la parte superior del cerebro. Eso es lo que nos permite actuar antes de pensar, lo que naturalmente en algunas ocasiones nos conviene. Pero actuar o reaccionar antes de pensar no suele ser tan bueno en situaciones normales cotidianas.
Una rabieta en el cerebro superior exige límites estrictos y una conversación en términos muy claros sobre cuál es una conducta adecuada y cuál una conducta inadecuada.
La respuesta adecuada para una rabieta del cerebro inferior debe ser mucho más afectuosa y reconfortante, lo primero que debe hacer un padre o una madre es conectar con el niño y ayudarlo a tranquilizarse.
Así pues, lo primero que debemos de hacer cuando el cerebro inferior de nuestro hijo se adueñado del superior es ayudarlo a apaciguar su amígdala. Después. En cuanto el cerebro superior vuelve a activarse se puede abordar la cuestión empleando la lógica y la razón.
EL PODER DE LA ATENCIÓN FOCALIZADA:
El proceso de la activación neuronal el crecimiento neuronal y el refuerzo de las conexiones se llama: neuroplasticidad. Significa en esencia que el cerebro es plástico, o maleable, y cambia en función de lo que experimentamos, así como de aquello en lo que fijamos nuestra atención. Y estas nuevas conexiones neuronales, creadas cuando fijamos la atención en algo, alteran a su vez la manera en que respondemos a nuestro mundo e interactuamos con él. Por eso la práctica repetida de algo puede convertirse en una aptitud y un estado puede convertirse en un rasgo, tanto para bien como para mal.
La cuestión es que la arquitectura física del cerebro cambia según hacia donde dirigimos la atención y según las actividades que practicamos con regularidad.
Podemos usar nuestra mente para controlar nuestra vida.
Dirigiendo nuestra atención nos convertimos en participantes activos en el proceso de decidir e influir en nuestra manera de pensar y sentir.