Todos padecemos la herida de la fragmentación. Por eso no debemos dejar en manos de unos pocos la capacidad que tenemos para participar en la sanidad de la integración. Todos tenemos dotes para curar y curarnos.
La sanación es la unificación de todas nuestras fuerzas, de nuestros poderes de Ser, Amar, Saber y Ver.
Luchamos por habitar nuestro cuerpo, por relacionarnos con el corazón.
Veo como evitamos mirarnos a los ojos, ventanitas del alma, y como ignoramos las necesidades de los demás.
Somos frágiles y fuertes a la vez. Reconocernos como seres sensibles nos ayuda a poder conectar con lo esencial de nuestro ser. Saber dar forma desde el interior hacia fuera, en constante movimiento, en constate cambio, con la autenticidad que emana de lo esencial nuestro, esa forma es la “persona”.
Aprender a ser honestos y transparentes, a no caer en la falsa humildad y preservar nuestra dignidad. Estar alertas a lo que producimos en cada gesto, en cada acción, saber mirar en nosotros lo que es falso.
Saber romper con todo aquello que nos sobra, ser escultores de nuestra existencia, con el valor y coraje necesarios para sacudir a veces la estructura, soportar tempestades y seguir adelante nuevamente.
La vida es un aprendizaje constante, nunca termina…El camino requiere de esfuerzo, voluntad y disciplina. Llega un momento que tienes que devolver al mundo lo aprendido y servir, ser útil en la comunidad. Crecer desde lo individual para dar y así, poder morir en paz.
Marcela Çaldumbide